La fuerza vindicativa de los trabajos y los días que pasaron al olvido supera el excepcional ejercicio descriptivo realizado. Sube a este autobús y descubre la geografía abrupta de estos campos: esto es Castilla
“Esta vida se les va llenando de vacíos” con esa torrencial sentencia arranca el poema titulado “De los yugos” en el que se sintetizan la trayectoria vital de los que han habitado y habitamos estas tierras que tan lejos quedan de los centros en los que se toman las decisiones económicas y políticas.
Lugares dónde las voces quedaron acalladas bajo las aguas de pantanos y embalses y vieron vaciarse sus casas en busca del pan y el futuro que se allí se les negaba. Pero que se convirtieron en la arcadia de cientos de niños y niñas que descubrían la línea del horizonte y la claridad del cielo en los meses estivales.
El homenaje a cada palmo de tierra por el que discurrieron los pasos de la autora sirve para crear la geografía sentimental de los pueblos de las provincias olvidadas en Castilla o en León –eso tiene poco importancia- en las que la memoria se convierten en los cimientos sobre el que edificar lo que podamos ser en el ansiado mañana.
Maribel Andrés Llamero (Salamanca, 1984) fue galardonada con el XXXIV Premio Hiperión de Poesía, por este Autobús de Fermoselle que, a diferencia del señalado por Agustín García Calvo, se ha detenido para ser observado en toda su inmensidad.
El libro exige ser leído con la pausa con la que discurre el tiempo tras la sobremesa en esos meses de verano, cuando el silencio anida entre las cabezadas y los estertores de la primera edición del Telediario, o la carrera ciclista que se está disputando en ese momento.