Zamora y el Motín de la Trucha

Jose María Fernández Conquero // Letrame ed.

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Baltasar, un joven pastor sayagués, es reclutado por el deán del cabildo catedralicio de Zamora. Formará parte de la escuela de traductores y escritores que el obispado ha fundado en el Monasterio de Santo Tomé. Antes de salir de su pueblo, su abuelo le cuenta la historia de su paisano Viriato y, más tarde, amparado bajo el manto protector de la Iglesia, el joven investiga los hechos acaecidos durante el reinado de doña Urraca que dieron lugar al romancero. También conoce otros sucesos históricos importantes que afamaron la ciudad en su lucha contra los invasores africanos ganando los sobrenombres de la bien cercada y no se ganó Zamora en una hora. En ellos el caballero Pero Mato y el obispo Atilano pasaron a formar parte de la leyenda. La acción transcurre entre 1126, año en que fue entronizado Alfonso VII como emperador de León y el 1174, año de la inauguración de la catedral. En este periodo Zamora conoce su mayor prosperidad económica, comercial y militar. El protagonista de esta novela forma parte de las huestes del emperador en la conquista de muchas ciudades al sur como Calatrava, Córdoba y, la más significativa, Almería. Y allí logra su máxima grandeza pero también el inicio de su declive. La nueva invasión africana de los almohades, con su radicalismo, pone orden en los reinos de taifas y recupera muchas de las ciudades. Almería no puede defenderse y Alfonso muere durante su retirada y regreso al corazón de su reino. Las derrotas militares provocan una depresión económica en Zamora que genera descontento. Los nobles (que eran foráneos pues procedían de tierras catalanas y vascas) tratan de compensar los ingresos perdidos con aumentos de los impuestos, lo que les enfrenta a los artesanos y la Iglesia. Esto provoca una fuerte revuelta popular conocida como El Motín de la Trucha que acaba con la mayoría de los poderosos abrasados en la iglesia de Santa María. Ante el temor del castigo real, los zamoranos abandonan la ciudad con la intención de refugiarse en el cercano Portugal que estaba afirmando su identidad y sus fronteras. Al tiempo piden perdón al rey, Fernando II, quien se lo concede y los zamoranos vuelven a sus casas. Con su interesada clemencia el rey evita que esta importante parte de su reino pase a formar parte de otra corona. Todos estos acontecimientos son vividos por nuestro protagonista y culminan con su participación en la construcción y consagración de la magnífica catedral que hoy es ejemplo del arte románico-bizantino en nuestro país.